sábado, 5 de febrero de 2011

Extractos de un sueño pasado, poco común.

Hai cousas que só podes escribir nun idioma. É certo. ¿Recordas? Eu ainda. Ainda que me pese. Xa non voltarán os bos desexos, aqueles sorrisos. De nada serve nadar nun mar de bágoas na cidade da choiva. Recordos doutros mares, doutras estancias, doutras miradas, doutras noites...Recordos que volven, si, volven, eles si. Non hai xa refrexo algún. Parece que sempre estiveches aquí, preto miña, nalgures, nalgún lugar. Non son quén de escribir. Xa non sei o que pensar. Nunca souben o que che dicir. Nunca saberei o que ocorreu, nunca saberei o por qué. ¿Quén son eu? Que máis ten. Da igual o que faga. Da igual en quen pense. Farei calquer cousa por calquera, pero sempre o fixen por ti. Non coido da xente. Coido de ti. O resto importame, si, pero coido deles pensando en ti. Mirando pra ti. Véndote a ti neles. Negándomo. Soñando ás veces. Espertando outras. Sobrevivindo sempre. Xa non sei, nunca o souben. Hai algo que creo que sei. Pode ser verdade. Pero non sei se escribilo. Ainda que eso non me da medo. Ben o sabes. Nunca o tiven. Ainda que ás veces só sexa pouco máis ca un raparigo. Home en corpo de neno. Neno a maior parte das veces. Home algunhas. Eu sempre.

Estou parado agora mesmo, relendo todo isto. Son cousas que ás veces se me veñen á cabeza. Abrázanme. Bícanme, incluso. Pero nada disto é certo. Houbo tempos no que si. ¿Onde quedan? Seino. Nunca escribin sobre isto. Creo que mo debía. Creo que vou levar unhos lapotes por facelo. Son de pedras dormidas. Son de camiños, son de ventos. Como as palabras. Veñen, volven, vanse. Pra irse a ningures. Pra non deixarme dormir. E quedo quedo, si, quedo. Mirando ó meu arredor. ¿Que fas escribindo isto? Pode que non sexa máis ca un monólogo interno. Pode que nunca escribira en galego. Leo estas palabras, e así a todo gústame. Pero, en fin. Sei que esto non serverá de nada. Non, xa non. Pode parecer triste. Pode que nunca leas isto. Pode. Un aplauso. Pode. Porque o día no que nos volvamos a ver, será xamáis.













(Bueno, si, tengo alma, tuve alma...)

martes, 1 de febrero de 2011

Locura ordinaria.

Creo recordar que eran cerca de las 5 de la mañana cuando al fin el tío Henry me invitó a dormirme. Lo último que recordaba era una retahíla de frases de lo más ingeniosas, sinceramente, espero que siga cobrando la misma fuerza que lleva en estos primeros compases. No recuerdo haber dormido especialmente mucho, mis pestañas comenzaron a hacer su trabajo eficientemente a la hora en la que el despertador amenazaba con sonar. Fácil solución. No ir a primera hora. Ni a segunda, que cojones. Tras un par de horas de intento de sueño, al final decidí levantarme. Me quedé un rato sentado en cama. Hacía tiempo que la bombona había dejado de funcionar. Creo que desde el Sábado. Ducharme en pleno invierno con agua no muy superior a 0º no entra dentro de mis planes de amanecer bucólico, a no ser que sea imperiosamente necesario. No lo era. Mientras el calefactor escupía su aliento, encendí un cigarrillo. Observaba el armario abierto, haciendo tiempo, sin inmutarme. Sabía que en cuanto parte de ese uniforme se acoplara a mi cuerpo no habría ya vuelta atrás. Cigarrillo consumiéndose en el borde de la mesita de noche. Voluntad consumida ya. Empieza el día.

Camino. Paso tras paso me dirijo a la parada de autobús más cercana, con media hora de retraso, con las herramientas de trabajo habituales: Folios, carpetas, reglas, escuadras cartabones, ojeras, barba de 3 días, coletazos del fin de semana, cansancio y tedio, gorra y bufanda opcionales. El autobús va haciendo su recorrido. Serpentea calles, hace sus paradas. Personas bajan, gente sube. Llegaba cerca de media hora tarde a la clase a la que me había propuesto ir. Reencuentros, caras. Algunas lozanas incluso. Malditos bastardos. Reparto de las tareas asignadas. Eliminar pensamiento, comienza el mecanismo. Los profesores, tras 2 horas de naderías, hacen acto de presencia, despachándonos amablemente media hora antes de que la clase tocara a su fin. Perfecto. Ahí van 3 horas quemadas de tu vida. Jonás y yo nos dirigimos al comedor. El dinero me alcanza para un par de platos medianamente decentes. Crema de zanahorias y fritangas variadas. La base de una verdadera dieta. Cigarrillo y descanso. Descanso y postre. Postre y mierda. Aún faltaba una hora para la clase siguiente.

Vamos a los sofás situados en la misma planta. Apartados del bullicio de los comensales, me comenta el trabajo que tengo que hacer en la clase siguiente. Se trataba de lo mismo que habían hecho la semana pasada, en la cual inteligentemente me abandoné al sueño, mandando a tomar por culo cualquier cosa referente a las clases. Sabía que tenía tiempo a la semana siguiente a repetirlo. No parecía difícil, mucho menos dejándome él todo lo que necesitaba en unas fotocopias. Él fue a ayudar a su mejor compañero a endulzar una entrega, y yo me recosté como pude en uno de los asientos. “Cojonudo”, pensé, “una HORA entera de siesta.” Cerré los ojos, me tapé como medianamente pude con la gabardina y, simplemente, dejé de escuchar.

Al rato de cerrar los ojos, me invadió el sueño. Al principio sólo en forma de olores, al rato también de sabores, para acabar de formarse imágenes. Notaba esas sensaciones, se me hacían familiares. Me veía a mi mismo en aquella cama, con aquella belleza al lado. Se quitaba su camisa, y dejaba a relucir unos pechos perfectos. No existía nada de más ni de menos. Mordí uno de sus pezones suavemente, mientras ella se revolvía de placer. La besé en el cuello. Quería más. Me quitó la camiseta, me lamía, me gustaba. Bajé la mano hasta su pantalón, y ella aulló. Saltaron botones por los aires. Sólo pensar en saborear su coño hacía que me relamiese. La recosté, bajé. Cogí sus bragas entre los dedos y empecé a quitárselas poco a poco, disfrutando de cada segundo y de cada contacto con cada centímetro cuadrado de su piel. Ya estaba a punto de besar en la cara a la mismísima Venus.

Sonó el teléfono. Me sobresalté. Un compañero me estaba llamando, y colgó. Respondí al momento, debía de tratarse de algo importante. No. El muy hijo de puta, al cual tenía delante móvil en mano, creyó conveniente hacerme una llamada para despertarme. Y lo más jodido es que el muy subnormal no tenía ni idea del viaje que me estaba dando. Risas estúpidas por su parte. Rabia asesina por la mía. Subí a la clase siguiente. Despiece de Silla Jacobsen. Tubo metálico de diámetro 1.5 centímetros, cuatro piezas. Pieza de sujeción de resina plástica, cuatro piezas. Pletina de acero espesor 2 milímetros, dos piezas (Núcleo de soporte unido mediante soldadura). Pieza asiento madera de contrachapado. Unión pieza asiento mediante tornillos roscachapa diámetro 12 milímetros, tres tornillos. 7 y media de la tarde. Vuelta a la ciudad.

Llegué a casa, recordando que hoy Janet volvía de la capital y se quedaba un día antes de volver a la suya, ya no recuerdo ni dónde. La llamé y me esperó junto con una amiga en un bar dos calles más abajo de mi residencia habitual.Tras ponernos al día, con otro par de horas transcurridas y las mismas botellas de vino blanco terminadas, llegó su pareja, y tras intentar convencerme de seguir de fiesta, todos sabíamos lo que ello supondría. Nada. Regresé con cierto dolor de cabeza e intenté cocinar algo. Comprobé la nevera. Nada digno de mención. Observé que aún tenía unos pocos spaguettis, limpié más o menos una cazuela y los puse a hervir. Tras comprobar que no había tirado ninguno fuera del cubo de la basura volví a mi habitación. Miré por la ventana, dejando entrar un poco de aire y salir un poco el humo. “Ahí se va otro día de mierda…”

Tom Grass, hoy mismo.

miércoles, 26 de enero de 2011

jueves, 30 de diciembre de 2010

Y tu la has visto alguna vez...?


Tom Grass. Fotografía 1968




"- Te vas a portar bien hoy o te voy a tener que echar ?


- No, esta vez no hay por que alterarse…


El camarero me miraba de reojo mientras abría otra botella. Yo, mientras, bebía, e intentaba hacer recuento de lo que ya llevaba en la jornada: Veamos, dos cervezas antes de coger aquel autobús y luego otras cuatro en aquel local. Recordaba al camarero, no puedo ubicar ahora mismo ni su nombre ni su apodo, pero tenía la costumbre de, allí dónde me cruzase, amenazarme con echarme del local. Una broma que supuestamente servía para romper el hielo, pero que no me tenía mucha gracia, salvo cuando era yo quien la empezaba. Bueno, llegará el día en que eso ocurra de verdad, y sinceramente no espero estar consciente cuando ese momento llegue, ya que mi amigo el camarero mide unos buenos 1’90 m. y tiene el aspecto del que se rige por las revistas de culturismo y las películas carceleras. No obstante, aquí lo espero, no hay músculo que resista el impacto de una botella.


Tiempo más tarde, cuando aquel local empezó a vaciarse, tocó trasladar la ruta a otra zona de la ciudad. Más tarde me vi a mi mismo en un local que hacía unas cuantas semanas que no frecuentaba. Bueno, si, había prometido volver con más asiduidad, pero los precios aumentaban y la gente sigue rezando hasta el día que lluevan billetes, pero hasta que ese momento llegue…Si, los precios habían subido, 2 dólares por un whisky con medio de agua era, y es, un atraco. Llegará un día en el que algunos pordioseros tendrán que lamerle el culo a los transeúntes por la cuota mínima de calentamiento.


Allí estaba, pedí la copa habitual y eché un vistazo a la barra. Una camarera y un grupo de asiduos estaban jugando unas manos al póker. Hacía años que no jugaba, pero pensé “será divertido, por qué no echar un par de manos?”. No había apuestas, lo único que se jugaba, como siempre, era el ver quién renuciaba antes. No es algo de lo que se deba enorgullecer uno precisamente, pero bueno, intenta razonar con una cabra a las 4 de la mañana. Se empezaron a repartir las cartas. Empecé bien, un par de faroles habían colado, y las veces que alguno de los valientes me había acompañado hasta el final se toparon de repente (y para mi fortuna) que en el drop mis cartas vencían a las suyas.


Llegó Tamara con un par de italianos. Tamara, Tamara, era una pequeña mujercilla que en aquella ocasión venía con los labios pintados de rojo fuego y un sostén que dejaba poco a la imaginación, amén que sus gestos no hacían por ayudar. Se tambaleaba, sangrándoles chupitos a los dos hijos de la bota con la esperanza de poder meterla en algo medianamente húmedo.”Craso error, me temo que esta noche os toca frotaros con el risotto”, pensé.


La partida discurría, y ella hizo un ademán de irse con Mr. Spaghuetti. Con tiempo le dije que se quedase, era mi herradura particular. Se apoyó en mi.


-No me das un beso? Eso es lo que se hace con las zorras que dan suerte.


“Que cojones, más bajo no se puede caer”. La besé, sabiendo lo que me esperaba. Vacío. No significaba absolutamente NADA. Lamí sus tetas en una ocasión, y era como babear sobre plástico. LA NADA INTRÍNSECA SE SITUABA EN SUS TETAS. Me preguntó si conocía a alguien que tuviese cocaína. “Joder”, pensé. Esta tía se esnifaría una raya colocada en mi tranca y aún después lamería los restos si le dejasen. En un lapso de nuestro Póker All Star se me acercó y me pidió un cigarrillo. Lo hizo con el juego habitual: rozarse sigilosamente, susurrar al oído, poner voz melosa y sonrisa intento de catálogo. Era habitual en ella. Típico súcubo. Le respondí:


- Yo no soy tu puta, no me vengas a intentar sangrar como a cualquier capullo…


Justo en ese momento se giró y besó al tío que tenía al lado. Lo hizo con toda la lascivia de la que su embriaguez le hizo posible (a título personal, diré que era algo casi vomitivo). Mientras sorbía sus morros me dije a mi mismo: “Bueno, eso no sé si tiene nicotina…”


Tom Grass. Otros dielatos 1962 Ed. White Sparrow.

Cómo no lo llamáis belleza tras una veintena de cervezas...

Bueno, ya sabéis, los que habéis intentado comprenderme...ahora sabréis hablar con la sabiduría que os pudo dar mi fracaso, disfrutad de estas letras bañadas en desidia, y a poder ser que ningún reno os intente sodomizar con sus cuernos. Esta carta se acaba, y probablemente no dure bastante en vuestra memoria, no os preocupéis, tampoco en la mía, intentaré dormir al abrazo de la nada y rezando para que se restituya el papel higiénico. Que la temporada estival os sea leve. No lo será para mi. Los que, supuestamente, me conocéis, sabréis cómo será mi funeral, hasta entonces seguid rezando por el día en que desaparezca. Si no, siempre seré esa bonita almorrana que os jode la cagada. Dios, que poético...Procuraré seguir ahogando cualquier sentimiento, sensaciones apagadas entre botellas de vino y sensaciones vacías, hay veces en las que realmente...

(Hala, os jodéis, no hay introspección autoconclusiva esta madrugada. Sinceramente, debería guardarme de escribir en el estupor de mi alcoholismo a altas horas de la mañana, alguno podría ser capaz de leer mi alma, que le aproveche...joder, jodidamente poético, digno del tío Hank. Bueno, no, en realidad no deja de ser otro fracasado intentando equipararse a un maestro, pero con mejores frutos que vosotros, fracasados

P:D: Lo digo sólo por increpar, al que se haya cabreado, sólo le puedo conceder mi mejor lista de perdones y un alto y sonoro "jódete"...)

sábado, 25 de diciembre de 2010

Hermosa máscara de lo efímero


Tom Grass. Autorretrato 1975

''Era como un perro. Era como pasear a un perro. No era apenas consciente. Balbuceaba, se bababa, necesitaba ser controlado. Había sido echado a patadas de aquel local en el que estabamos, a altas horas de la madrugada. Simplemente perros no. Nadie más conocía a aquel perro, y mucho menos querría llevarlo a sitio seguro. Caminabamos por la empinada cuesta que lleva a su casa. Yo lo guiaba, haciendo caso omiso a unos razonamientos que enloquecerían a menos que se escuchen cuatro frases supuestamente coherentes. ''Vamos por esta calle'' había oido, y tuve que agarrarlo, a partir de aquel momento, durante todo el camino, ''No, chico, espera, no cruces, ¿no ves que vienen coches? Yo te cuido''. Yo te cuido. Eso había dicho en mi promesa tras vasos vacíos. Más le valía al cabrón. Otro lo habría dejado tirado ya a más de mitad de camino. Sorteabamos calles, omitíamos caras, niñas que preguntaban, señoras que paseaban. Demonios, ya había amanecido. Viernes? Era Viernes? Presumiblemente. Lo dejé en su portal y me volví a mi casa.

Procuré dormir. Craso error. Abrazos de pesadilla me vinieron a arropar, como cada vez que era capaz de conciliar el sueño. Cuando no me pasaba dos putos días sin dormir, mi subconsciente me hacía dar unos viajes que si no era capaz de controlar sabía que acabarían con mi ya per se enajenada estabilidad mental. Aquella vez no estuvo tan mal, pero me vi a mi mismo besando unos labios fríos de los que apenas podía recordar el sabor, pero aún así sabía que pertenecían a Desperté. Desperté, apenas podía recordar. No entraba luz por la contraventana. Miré el reloj. Las nueve y media. Noche y Ciudad me reclamaban otra vez. Una vez en el baño, me vi en el espejo. Algunos dientes habían perdido parte de su esmaltado. Culpable: vino barato. Hacía que los tres órganos más preciados empezaran a resentirse. Cerebro, hígado, polla. Necesarios para la supervivencia. Me agarré al costado, intentando dar explicación a cierto pinchazo que provenía de una zona cercana al riñón derecho. Fracaso. Terminada la ducha, me fui.

Rose me esperaba en un local de aspecto retro en el que por lo visto habíamos estado días atrás. Ella me hacía el mismo caso que yo le hacía a una botella ya terminada. No fue lo mismo aquella noche. Había unos amigos suyos, pero ni rastro del violinista en el tejado. Se me acercó a pedirme un cigarrillo, que yo le di a cambio de otra anécdota vácua que me había prometido no volver a contar, de la misma manera que me prometí que no haría lo que aquella noche volvió a pasar.

- Cuanto tiempo seré capaz de mantener tu atención?

- Supongo que hasta que termine este cigarrillo.

- Le quedan dos caladas, más vale que me esfuerce...

Me besó, aprovechando que estabamos en la barra y nadie nos veía. Fue un beso corto, y entonces se fue. Me giré y agarré mi botella. Mientras apagaba el cigarro en el cenicero, y le daba un trago a la cerveza, noté como me abrazaba por detrás. '' Vaya, aún no se había apagado del todo''. No la miré, y entonces se fue. Al terminar otra copa, pedí otra y salí. Una vez fuera, vi como salía de entre un grupo de amigos suyos, y como agarraba mi mano y me llevaba cerca de la playa. Apoyé la botella en la baranda del paseo, y allí nos quedamos. Yo hablaba, ella escuchaba. Yo decía, ella parecía no comprender. No me extrañaba. Tampoco lo pretendía. Al terminar el trago que le había dado, y tras una frase que apenas recuerdo, me volvió a besar. Esta vez era un beso largo, me abrazaba, tocaba mi pelo. Me apreté contra ella, la abracé yo también. La besé en la frente. Ella me besaba, y yo sólo saboreaba amargura. Una vez acabó, se dió la vuelta, sin decir palabra, y entonces se fue.

Me quedé mirando la playa un rato, encendí el último cigarrillo, apuré el último trago, y entonces, me fui.''

Tom Grass. Reliario 1983 Ed. White Sparrow

viernes, 22 de octubre de 2010

Las redes sociales lo prohiben...

Si. Lo afirmo. Soy un hombre bueno. Me preocuparé por aquellos que lo necesiten, aún con una sonrisa que se tambalea entre el cinismo y la condescendencia. Bailaré con la Muerte el vals de la luna llena. Brindad conmigo. Admiradme. Judgadme. Crucificadme y que sirva de todo ejemplo, del malo y del bueno, que viejas memorias perdidas recorran mi via apia acusándome, y que tenga la certeza de que he muerto en vano, que todo paso, al fin y al cabo, como todos, no ha servido para nada ...(no veo por qué no compartirlo,mañana probablemente lo borre, como una página que nunca se ha escrito, como una canción que nunca ha sonado, pero que todos somos capaces de tararear, negadme ahora que podéis que no soy un poeta, ya que no habrá jamás versos más hermosos que los que entretejen mis pesadillas...)