martes, 2 de marzo de 2010

El Niño y la Bestia


El Niño y la Bestia caminan. El Niño es menudo, su pelo es negruzco y sus ojos azabachados. El Niño es bondadoso, tierno, difruta de ensoñaciones que nadie es capaz de entender. El Niño confia, se preocupa y se fija hasta dónde otros no son capaces de llegar. Siempre que puede pinta una sonrisa, trata de hacer que los que están a su alrededor sonrían, aunque sólo sea por un fragmento de tiempo apenas perceptiple, pero él es consciente de ello. Si varía aunque sea un ápice, la volverá a esculpir, así sea en el cielo. Pero el Niño tiene miedo.

El Niño y la Bestia caminan. La Bestia es monstruosa, y sus ojos ardientes. La Bestia es letal, ácida, desea el mal a todo aquel que se le antoje. La Bestia es cruel, hiriente. Todo un mundo de cuchillas oxidadas y pinchos aguzados están guardados en sus entrañas. La Bestia ruge, movida por la ira, escupe, maldice, golpea, araña, está dispuesta a diseccionar con garras como guadañas, arrasaría mil naciones sólo para su propio regocijo. La Bestia es ególatra, narcisista, destructiva. Pero la Bestia está encadenada.

El Niño y la Bestia caminan, el Niño con miedo y la Bestia con grilletes. El Niño tiene las llaves, pero la Bestia no debe ser liberada. Han de ser controlados sus zarpazos. Sólo cuando el Niño no teme, puede sacar las llaves, pero nunca sabe dónde las ha puesto. A veces prefiere perseguir mariposas. La Bestia en cambio prefiere regodearse en llantos ajenos. Sólo cuando la Bestia está calma y el Niño está seguro, podrás verlos. Mientras tanto seguirán caminando...

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